martes, 27 de octubre de 2009

Malditos Bastardos



No suelo comentar (ni saber) de cine pero la última de Tarantino me ha animado a hacerlo.
La primera referencia que tuve de ella fue por un amigo que sabiendo mi afición al cine tarantinesco me dijo "¿Te has enterado de la última de tarantino? El argumento es brutal, un grupo de judios siembra el pánico entre las tropas nazis durante la ocupación francesa". Joder! Pensé, va a salpicar la sangre hasta las butacas. Carnaza para el público contra unos conocidos enemigos públicos. Venganza. Odio. Un nuevo apaleamiento público, el enésimo ya a los nazis por parte de los americanos. ¿Necesario? Seguramente no.

Fui al cine no esperando gran cosa de esta película, esperando tal vez un nuevo ejercicio de estilo como su anterior "Death Proof", y sobre todo mucha, mucha sangre, odio y visceras.

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Salgo del cine y mi cabeza va a mil. Me esperaba un baño de sangre sin sentido, desordenado y que al final muera hasta el apuntador, algo lijerito y brutal para no tener que pensar mucho y me encuentro con una película sorprendentemente mansa y uno de los mejores guiones (o el mejor, que me perdone Pulp Fiction), más imaginativos y comprometidos que le he visto a Tarantino. Grandiosa es la crítica que hace a la violencia a través de la propia violencia, la incitación a la verguenza a través del orgullo y el repaso de conciencias que hace a los espectadores, a los que nos llama sencillamente "cabrones vergonzantes".

Quien en este momento piense que está a punto de empezar una paja mental puede irse a ver la tele. Quien no la haya visto también.

La primera secuencia de la película es uno de esos dialogos que nos meten la tensión en la boca y la vamos masticando durante interminables minutos al tiempo que se va haciendo cada vez más dura, amarga e insoportable. Marca de la casa. Esta vez conducido por uno de los highlights de la película, el coronel Hans Landa (Cristoph Waltz) un oficial de las SS que con su extrañamente cálida sonrisa se zampa al espectador desde el minuto uno.



La trama argumental y sin querer entrar mucho en detalle cuenta la historia de una chica, Eli (Melanie Laurent), a la que los nazis le han matado la familia cuando era niña y ahora dirige un coqueto cine en Paris con la ayuda de su noviete (por cierto negro). De ella se enamora un joven y apuesto oficial nazi Fredrick (Daniel Brühl) que es una especie de heroe nacional porque en un asedio aliado se cargó él solo a sesenta y tantos soldados enemigos. La cosa es que el chaval ha llegado a protagonizar una película sobre su gesta y ésta quiere ser promocionada por joseph Goebbels (Sylvester Groth), ministro de cultura/propaganda del Reich, para dar ejemplo a las tropas. La película se llamará "el orgullo nacional".

Por impresionar a su amada Fredrick convence a Goebbels para que el estreno se produzca en su sala de cine y así aumentar el prestigio del negocio de Eli. Al final esto se produce y al estreno se espera que vaya hasta el mismísimo Hitler. Eli lo ve claro, llegó el momento de la venganza. en mitad de la película, con el cine rebosando de nazis, cerrará el cine a cal u canto y prenderá fuego a todos.

Por otro lado un grupo de paramilitares (los bastardos) comandados por el díscolo Aldo Raine alias "Aldo el Apache" (Brad Pitt) y cuya función es matar a todos los nazis que puedan, se enteran del evento no sin antes torturar y matar a unos cuantos nazis y planean asaltar el cine colocando unas bombas para hacer saltar por los aires a ese nido de altos oficiales nazis. Conociendo a Tarantino ya os imaginais como acabará todo. El simpático Hans Landa que es el encargado de la seguridad del evento y muy listo descubre todo y en su mano estar abortar ambos planes de destrucción pero en un giro inesperado decide pactar una rendición personal con los aliados, dejar arder a sus compatriotas (Hitler incluido) y terminar la guerra.

El climax de la película llega cuando los oficiales nazis disfrutan en el cine viendo como uno de ellos dispara y masacra a decenas de enemigos aliados, la manada alemana en el cine se ríe a carcajadas y enorgullece de este patriota que da su merecido de forma sangrienta a sus enemigos. Durante toda la película yo me había estado riendo de como los bastardos de Aldo hacían lo propio con sus enemigos nazis.

La analogía es clara. En ese momento me siento como un sucio bastardo que no es mejor que los nazis que sonrien despiadadamente viendo la película (de la película), que Tarantino me ha engañado para hacerme darme cuenta que cuando usamos la violencia todos somos igual de malos y la única diferencia es el color del cristal con que se mire. Llego incluso a pensar que el nombre que Tarantino le da al grupo paramilitar y a la película "Inglorious Basterds" que mejor traducido sería "cabrones vergonzantes" no es casual y que eso nos lo llama a nosotros cabrones insensibles que vamos al cine a ver como unos matan a otros. Tarantino remata el film metiendonos fuego a todos (ellos y nostros) o a nuestras actitudes.

Es un tema tambien recurrente en el cine de Tarantino. La violencia solo engendra más y peor violencia. Es por esto que al final en sus películas de gansters mueran todos, lo curioso es que aquí se ha buscado la manera de meternos tambien a nosotros.

Tambien habría que fijarse en cómo trata el aparato propagandístico nazi a través del ministerio de cultura o del entertaiment, muy similar se me antoja al americano o al español. Otra moraleja: Cuando la cultura es financiada por la política corre mucho riesgo de convertirse en propaganda.

Pues si, al final creo que esta película tiene mucha forma pero también mucho fondo.